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Intervención y acompañamiento en el proceso del envejecimiento de personas con discapacidad y sus familias

A lo largo de las últimas décadas, los avances en medicina unidos a dietas y estilos de vida más saludables, han favorecido un incremento constante en la esperanza de vida de toda la población. Este crecimiento destacado de la longevidad también ha alcanzado a las personas con discapacidad, dando lugar a un escenario desconocido, en el que nos encontramos ante personas que habitualmente morían relativamente jóvenes y que ahora, por lo general, llegan a disfrutar de edades avanzadas.

El proceso de envejecimiento de estas personas afecta, además de al propio colectivo de estas personas, a sus familias, al personal técnico que desarrolla sus actividades laborales entre esta población y a las instituciones oficiales responsables del bienestar social de los ciudadanos.

Cada individuo tiene su particular forma de envejecer

Sabemos que el envejecimiento y la forma de envejecer se caracteriza por una serie de condiciones biomédicas, psicológicas y sociales, fruto de las cuales cabría decir que existen tantas formas de envejecer como individuos que transitan por este proceso de envejecimiento.  Y esta situación se produce con independencia de que una persona llegue o no a los 60-65 años, con una determinada discapacidad.

También es conocido que un envejecimiento con éxito significa un envejecimiento activo, donde se dan oportunidades de desarrollo para una vida saludable, participativa, segura,… entendiéndolo como un ciclo más de crecimiento personal,  en el que se reconoce la importancia de la participación en la realidad social y del mantenimiento de las relaciones interpersonales con la comunidad.

El triple reto de envejecer con discapacidad

Así pues, por un lado debemos reconocer que muchas personas mayores se enfrentan a un doble reto; el de su propio envejecimiento y a los cambios que eso conlleva,  y a la visión negativa que todavía tiene nuestra sociedad  de la vejez. Con lo que se podría decir que las personas con discapacidad que envejecen, tienen ante sí un tercer obstáculo, la propia discapacidad, que les puede situar en desigualdad de oportunidades ante el resto de los ciudadanos.

Por otro lado, la mayoría de estas personas ya “han experimentado” y asumido como normales, están consecuencias/limitaciones tanto físicas, psicológicas y sociales porque su vida está llena de estas situaciones adversas a las que se han tenido que enfrentar. Y seguramente, esa fortaleza será su mejor arma para enfrentarse a su proceso de envejecimiento.

Podríamos decir por tanto que el aspecto diferencial de esos cambios en esta población, se centra en el momento de aparición y en el modo de expresarlos, manifestarlos y/o afrontarlos.

Es por ello primordial que las personas que somos agentes de apoyos y trabajamos con personas con discapacidad y están en un proceso de envejecimiento, seamos capaces de adecuar la intervención, el acompañamiento y los apoyos, a estos cambios y a las nuevas necesidades de la persona.

Una intervención y un acompañamiento que desarrolle estrategias que favorezcan, entre otros aspectos: un sentido de seguridad económica y de vivienda que evite el impacto psicosocial derivado de una interrupción brusca de la actividad laboral; una planificación ante cualquier cambio de vivienda; un adecuado afrontamiento del estrés que puede conllevar los cambios en esta etapa; una identificación de situaciones ambientales que sean positivas o atender estrategias que favorezcan la comprensión del duelo.

Estos principios de actuación deberán fomentar la inclusión social y la relación con el entorno, la autodeterminación y el desarrollo personal sin olvidar en ningún momento que son personas con plenos derechos.

No podemos olvidarnos de las familias

Y si hablamos de personas con discapacidad,  hablamos de sus familias, porque los procesos de envejecimiento afectan tanto a la persona como a su familia.

Las personas con discapacidad en proceso de envejecimiento, a menudo reciben apoyos de sus familiares que también se encuentran envejeciendo. Debemos ofrecer los apoyos necesarios para que estos últimos sean capaces de adaptarse tanto a los cambios asociados al envejecimiento de su familiar como al suyo propio.

En definitiva, actuaciones que sean capaces de adaptarse a los cambios y a las necesidades de las personas en esta etapa vital porque todo ello redundará, sin duda, en una mejora del bienestar, convirtiendo este proceso en un acompañamiento natural de las personas con discapacidad y sus familias con el objetivo de mantener en la medida de lo posible el tipo de vida llevado hasta el momento.

Autora

Neuropsicóloga en Centro Iza de Matia Fundazioa

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